Anotaciones de observación astronómica elemental

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El cúmulo abierto M41

Publicado el 17 diciembre, 2011 por bitacoradegalileo

Situado muy cerca en nuestra línea visual de la brillante estrella Sirio, la más notable de todo el cielo nocturno, aunque en realidad mucho más alejado, y en la destacada Constelación de Canis Major, M41 es un precioso cúmulo abierto fácil de localizar y de admirar, que está compuesto por estrellas de distintos colores y que nos enamorará a primera vista, como si fuera un flechazo. Eso, al menos, me ocurrió a mí.

Los cúmulos abiertos, también llamados cúmulos galácticos por situarse con frecuencia en el plano de la Vía Láctea, nuestra galaxia, son agrupaciones de estrellas cuyo número oscila entre una decena y varios miles, ligadas entre sí por fuerzas gravitacionales (aunque con menos fuerza que en los cúmulos globulares) y que se han originado a partir de una misma nube molecular, que en muchas ocasiones ya ha desaparecido por completo. El más famoso de todos es el de Las Pléyades (imagen izquierda), situado en la Constelación de Tauro, aunque también son notables El Pesebre en Cáncer, el Joyero en la Cruz del Sur o el Cúmulo de Ptolomeo en la Constelación de Escorpio, entre otros muchos, además de nuestro M41. Estos grupos de estrellas están condenados a separarse, por la fuerza de marea que ejerce sobre ellos el centro galáctico.

La Constelación de Canis Major, que es donde podemos encontrar a M41, es una de las más notables del cielo, pues en ella podemos encontrar a nada más o nada menos que a la estrella más brillante de todo el cielo nocturno y a la mayor que se conoce, Sirio y VY Canis Majoris, respectivamente. En efecto, Sirio ocupa el primer lugar en el ranking de brillo entre todas las estrellas, y sólo es superada por algunos planetas, la Luna y el Sol. Su aspecto, soberbio, le hace destacar en el cielo del invierno boreal muy por encima de todas las demás estrellas de la región. VY Canis Majoris, por su parte, es la mayor estrella que conocemos, pues su diámetro ronda unas 2.000 veces el de nuestro Sol. Comparar VY Canis Major con el Sol es como comparar la ciudad de Madrid con una pequeña población de 1.800 habitantes. También merecen ser citados las nebulosas de El Casco de Thor y la de la Gaviota, así como nuestro cúmulo, M41, entre otros interesantes objetos.

El intenso brillo de la estrella Sirio facilita enormemente su localización, y con ella la de toda la constelación. Además, la lejanía de la eclíptica (la línea por la que transcurren el Sol, la Luna y todos los planetas) hace que por la región no aparezca ningún planeta que nos pudiera confundir. No obstante, hay un método infalible, y es partir de las tres estrellas que forman el famosísimo Cinturón de Orión (Las Tres Marías o Los Tres Reyes Magos) y prolongar la imaginaria línea que las une hacia el sureste, hasta encontrar a Sirio.

Una vez localizada Sirio, sólo tendremos que desplazarnos 4º hacia el sur para encontrar a M41 en el centro de nuestro ocular, sin tener que mover prácticamente el eje de ascensión recta. En cielos oscuros exentos de contaminación lumínica (y de la otra), noches apacibles sin alteraciones atmosféricas y, por supuesto, ausencia de Luna, incluso sin ayuda óptica se podrá observar una tenue mancha de aspecto nuboso al sur de Sirio. Es M41.

Se ha dicho que este cúmulo ya fue observado por el filósofo griego Aristóteles en el año 325 antes de Cristo, lo que convertiría a M41 en el objeto más tenue de cuantos fueron observados en la Antigüedad. Pero El Estagirita lo que anotó fue una mancha similar a la cola de los cometas que muy bien pudiera ser, simplemente, una porción de la Vía Láctea, que cruza esta constelación por el nordeste. Además, Aristóteles sitúa al objeto cerca de la estrella Wezen (δ CMa), y no de Sirio como es en realidad.

Debemos atribuir, por tanto, el descubrimiento de M41 al astrónomo siciliano Giovanni Battista Hodierna, alumno de la escuela galileana, quien en De Admirandis Coeli Characteribus, publicada en Palermo en 1.654, nos ofrece la primera obra en la que se catalogan de forma sistemática los objetos celestes no estelares, M41 entre ellos.

Con posterioridad, y aunque de forma independiente, John Flamsteed y Guillaume Le Gentil también nos informan de él, y Messier lo incluyó en su famoso catálogo el 16 de enero de 1.765, más de cien años después de la publicación de Hodierna, aunque parece ser que Messier no conocía los trabajos del siciliano.

Como puede leerse, el astrónomo lorenés lo sitúa al sur de Sirio, pero afirma que no es más que un cúmulo de pequeñas estrellas, sin nubosidad, como parece intuirse con instrumentos modestos. Messier no cuantifica el tamaño del cúmulo, pero sí su declinación, que la cifra, acertadamente, en algo más de 20º sur (él anotaba norte y sur con las letras B y A, que significan boreal y austral, respectivamente).

M41 resulta ser un objeto bastante agradecido con los observadores amateurs, pues es amplio y brillante, y por tanto fácil de localizar y fotografiar, o simplemente gozar de su contemplación. Unos simples binoculares bastarán para ello, y si se usa el telescopio, no hay que aplicar demasiados aumentos, a no ser que lo que se pretenda sea resolver algunas de las estrellas dobles que contiene. Su magnitud aparente es de +4.5.

Sus estrellas, entre 100 y 150, se distribuyen de manera bastante uniforme y regular. Fotografías con no demasiado tiempo de exposición ya mostrarán cerca de un centenar de sus componentes, como la que precede, que sólo tiene 13 segundos. La gigante azul que aparece en la esquina inferior izquierda es 12CMa, y no pertenece al cúmulo, pues se encuentra mucho más cerca de nosotros. No ofrece, en cambio, ninguna figura que sugiera un sobrenombre para el cúmulo, como sí ocurre, por ejemplo, con M6, el Cúmulo de la Mariposa, en la Constelación de Escorpio, que aparece en la imagen de la derecha. Quizás ésta sea la razón de que M41 carezca de un nombre propio.

Ya apunté arriba que se trata de un objeto bastante amplio. En efecto, M41 ocupa en el cielo un tamaño aparente de 38 minutos de arco, superior al de la Luna llena. Como la distancia a la que se sitúa se cifra en algo más de 2.300 años-luz, resulta que su tamaño real ronda los 25 años-luz de diámetro. La gigante azul 12CMa, de la que también hemos hablado, está a 1.100 años-luz, es decir, a menos de la mitad de distancia. Es una estrella de 6ª magnitud y tipo espectral B7III.

La edad de M41 se ha estimado entre 190 y 240 millones de años, según las fuentes, bastante más joven que M44, el Pesebre, que tiene unos 730 millones de años. En todo caso, es mucho más viejo que Las Pléyades (100 millones de años), lo que se traduce en la ausencia de nubosidad, como sí aparece en M45, y en la presencia de varias estrellas que han evolucionado a gigantes rojas o anaranjadas, la más brillante de ellas, HD 49091, con magnitud visual de +6.9, se sitúa bastante cerca del centro y es unas 700 veces más luminosa que el Sol. Tiene un tipo espectral K3III. Otras cuatro estrellas blanco-azuladas, de tipo espectral B, también son muy luminosas. Todas ellas, junto con el resto de las estrellas del cúmulo, se alejan de nosotros a una velocidad de 34 kilómetros por segundo.

Un cúmulo, en fin, irrenunciable. Un regalo para cuerpo y espíritu, un objeto del que hay que disfrutar para aplacar el frío del invierno boreal o acompañar las cálidas veladas del Sur… y cuando lo enseñe a los amigos, no se pierda la cara de cada uno de ellos al separarse del ocular, porque estará viendo el espejo de la placidez y la belleza.

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