Anotaciones de observación astronómica elemental

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Venus en las Pléyades

Publicado el 30 marzo, 2012 por bitacoradegalileo

A excepción de la Luna, Venus, El Lucero del Alba, es el astro más brillante de la noche. Cuando adopta la suficiente separación angular del Sol, visto desde nuestro planeta, es una magnífica visión en los cielos del crepúsculo, particularmente cuando coincide en la misma región con otros astros, ofreciéndonos entonces espectaculares paisajes celestes, a los que más bien cabría calificar de celestiales, tal es su belleza.

La referida separación angular del Sol (que los astrónomos llaman elongación), precisamente, ha alcanzado su máximo en estos días (escribo durante los últimos días de marzo de 2012), cuando en el momento del ocaso de la estrella, Venus aún presenta una altitud superior a los 44º sobre el horizonte del oeste, más que suficiente para admirarlo con tiempo y detenimiento. En los días sucesivos conservará unas excelentes condiciones de observación.

Además, la presencia de Júpiter en la región ha permitido que durante todo el mes de marzo haya sido posible su avistamiento con pocos grados de separación entre ambos planetas, hasta culminar en la preciosa conjunción de los días 12 y 13, que los acercó a sólo 3º uno del otro, y que recogió la fotografía de Marek Nikoden, desde la localidad de Szubin (Polonia). La hija del fotógrafo aparece entre los dos planetas en la imagen. Hay que anotar que Júpiter es el siguiente astro más notable de la noche, el que sigue a Venus en el orden de brillo.

Por si fuera poco, la presencia de la Luna nos ha permitido reunir en una sola imagen a los tres astros más brillantes del cielo nocturno, hasta en un par de ocasiones, los días 26 de los meses de febrero y de marzo. Sólo el Sol brilla más que estos tres cuerpos. La Luna, recién nacida, nos ha mostrado las dos veces su luz cenicienta, es decir, el reflejo de la Tierra llena sobre la superficie oscura del satélite, como nos explicó Leonardo da Vinci, aunque yo no pude captarlo en esta imagen.

Ahora, Júpiter pierde altitud cada día, en el momento del anochecer, y se encamina a posiciones en los que no será visible durante un tiempo, por su proximidad con el Sol, en compañía de los cuatro satélites descubiertos por Galileo Galilei, hasta que en el próximo otoño reaparezca por el cielo del este, ya en la Constelación de Tauro, aunque será posible avistarlo en la madrugada mucho antes, pues en julio protagonizará otra conjunción con Venus, esta vez en el este. En la fotografía, de arriba abajo, Calisto, Ganímedes, Júpiter en el centro, y debajo del planeta aparecen Io y por fin Europa.

Pero el progresivo alejamiento de la región del gigante joviano y su próxima desaparición del escenario no supone el final del espectáculo, pues enseguida asistiremos al más bello, en mi opinión, de todos ellos: La cita de Venus con las famosas Pléyades.

Las Pléyades, clasificadas en el Catálogo Messier como M45, conocidas popularmente como Las Siete Cabritas y también como Las Siete Hermanas, es un cúmulo abierto (o cúmulo galáctico) compuesto por unas 500 estrellas jóvenes y calientes, que se sitúa a unos 400 años-luz de distancia, en dirección a la Constelación de Tauro, y que es posiblemente el objeto más hermoso de su clase, y también el más conocido. Puede verse a simple vista, desde prácticamente cualquier lugar de la Tierra, a excepción de algunas bases científicas ubicadas en la Antártida. Su situación a sólo 5º de la eclíptica le hace protagonizar frecuentes conjunciones con diversos planetas que aparecen por allí, pero aún es más frecuente la presencia de la Luna en sus más de 110 minutos de grado de diámetro aparente.

La irrupción de Venus en su espacio aéreo (permítaseme la expresión) es un acontecimiento ciertamente inusual, aunque no insólito, pues tiene lugar cada ocho años. Viene a resultar que cinco órbitas venusianas alrededor del Sol coinciden con ocho de las terrestres, así es que pasado ese tiempo el llamado Lucero del Alba repite su posición con respecto a nuestra perspectiva, presentando la misma elongación y también la misma fase y su visita a Las Hermanas, ciclo que ya era conocido por la Astronomía maya. Las próximas conjunciones, en 2.020 y 2.028, serán aún más notables.

La efeméride se repite también en las mismas fechas, alrededor del día 3 de abril, como en esta ocasión, aunque desde el día anterior, 2 de abril, el acercamiento de Venus y M45 es ya muy notable, y lo será todavía más si se observa desde el continente americano, como se aprecia en el gráfico superior, de la revista estadounidense Astronomy, pues la diferencia horaria habrá dado tiempo a una mayor aproximación del planeta. Desde Cádiz, y en general desde toda Europa, el momento más apropiado será el anochecer del día 3, próximo martes, poco después de las 22:00, hora local, cuando la conjunción aún conservará más de 26º de altitud sobre el horizonte y la luz crepuscular haya desaparecido por completo, dando lugar a la noche total. Afortunadamente, la Luna estará en el sur, bastante lejos de nuestro escenario.

La localización del evento no ofrece dificultad alguna. Bastará con dirigir nuestra mirada hacia el oeste, y allí encontraremos el brillo delator de Venus, muy superior al de Júpiter, que además se situará mucho más bajo sobre el horizonte. El resto de los astros presentes en la zona son estrellas mucho más tenues que el de Venus. Si usted observa desde el Hemisferio Norte, podrá ver a la Constelación de Orión a su izquierda, con las populares Tres Marías (El Cinturón de Orión). La gigante anaranjada Aldebarán (Alpha Tauri) adopta una posición intermedia entre estas estrellas y la conjunción.

Desde el Hemisferio Sur, Orión y Las Tres Marías estarán mucho más altas que Venus y M45, en el noroeste. Aldebarán, como ocurre en el Hemisferio Boreal, también se interpone entre ambos. Júpiter estará más a la izquierda. En esta mitad austral del planeta conviene iniciar la observación mucho antes.

Pero enseguida nos encontraremos con un problema: El intenso brillo del planeta nos deslumbrará y hará imposible que se pueda ver al cúmulo. De todas formas, aunque Las Pléyades se distinguen a ojo desnudo, su notoriedad no es suficiente para disfrutar de ellas en plenitud sin ayuda óptica. Recurriremos, por tanto, a la ayuda de unos pequeños binoculares, que serán suficientes para distinguir a un buen número de estrellas. También, un pequeño telescopio será útil, pero cuidando de no aplicar demasiados aumentos, que disminuirán la amplitud del campo aparente abarcado, y no serán suficientes para ver a todo el cúmulo, junto con el planeta.

Éste aparecerá en cuarto menguante, pues en estos momentos se aproxima a nosotros, ofreciéndonos cada vez una parte menor de su superficie iluminada por el Sol. Hace unos días pude captarlo con poco más de la mitad, que ahora será mucho menor. Es recomendable usar filtros para su estudio. Los mejores serán los de densidad neutra, y todavía mejor, un filtro de polaridad enfrentada, también llamado de doble polarización. Aún así, el planeta aparecerá entre brumas, debido a la densa atmósfera que lo rodea.

¡Que tengan cielos despejados y una feliz observación!

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