Publicado el 28 agosto, 2011 por bitacoradegalileo
Atravesada por la Vía Láctea y situada sobre el mismo ecuador celeste, la Constelación del Águila (Aquila, Aquilae, Aql) es una importante región del firmamento integrada por numerosas estrellas brillantes, entre las que destaca una magnífica luminaria blanca, Altair, la duodécima estrella más notable de todo el cielo nocturno. Gracias a su condición ecuatorial, puede ser divisada desde cualquier punto de la superficie terrestre.
En general, bastará restar de 90 la latitud a la que usted se encuentre para saber la altitud que alcanzará la constelación en su tránsito por el sur (para el hemisferio norte) o por el norte (para los residentes australes). Por ejemplo, en Cádiz, cuya latitud es de unos 36º N, el Águila culmina en el sur a unos 54º de altitud sobre el horizonte (90 – 36). Naturalmente, si nos situamos en el ecuador terrestre, el tránsito lo efectuará por encima de nuestras cabezas.
Es en esta época cuando esto tiene lugar en las primeras horas de la noche. En efecto, los meses de Agosto y Septiembre son los más indicados para la observación de esta zona de la bóveda celeste, no en vano Altair es uno de los vértices del conocido Triángulo de Verano, junto con Vega (Alpha Lyrae) y Deneb (Alpha Cygni).
La Vía Láctea se ve afectada, en esta región, por la llamada Hendidura del Cisne, una porción oscura así llamada por arrancar desde esa constelación, pero que en el Águila recibe el nombre de Grieta del Águila, o más generalizado, la Gran Grieta. Esta circunstancia provocará la aparición en el lugar de campos estelares alternándose con zonas más oscuras, un complejo de nubes que oscurecen la constelación y ocultan las jóvenes estrellas que están naciendo en las regiones HII que allí se encuentran. Cúmulos abiertos y globulares, nebulosas planetarias e incluso alguna galaxia lejana, a pesar de hallarnos en el plano de la Vía Láctea, se dan cita en la constelación, aunque, sorprendentemente, no encontramos en ella a ningún objeto de los contenidos en el Catálogo Messier, pero sí casi una docena y media de los catalogados en el NGC.
La figura del águila ha sido trazada de muy diversas formas. Comúnmente, sin embargo, un alineamiento de tres estrellas suele definir la cabeza. Se trata de Alshain (Beta Aquilae) al sur y Tarazed (Gamma Aquilae) al norte, con Altair (Alpha Aquilae) en el centro de las otras dos. Entre los antiguos persas, el conjunto de estas tres estrellas era conocido como los platillos de la balanza.
Las estrellas Altair (Alpha), Delta y Lambda dibujan el eje de la constelación, y también el cuerpo del ave, mientras que Theta y Zeta delimitan las alas, completando así la figura.
Históricamente, la constelación del Águila era conocida por babilonios y sumerios y citada por Eudoxus de Cnido (siglo IV a.C.) y por Arato de Cilicia (siglo III a.C.). Fue catalogada ya por Ptolomeo en el siglo II de nuestra era, que la incluyó en su catálogo de 48 constelaciones clásicas en su obra Almagesto, aunque ligada a la de Antínoo, un joven griego que fue protegido (otros dicen que también amante) del Emperador Adriano y que aparece atrapado por las garras del águila. La constelación de Antínoo, ya obsoleta, fue descartada en el siglo XIX por el astrónomo hamburgués Johann Elert Bode (tristemente famoso por haberse atribuido falsamente la Ley de Titius), que la integró de forma definitiva en la Constelación del Águila.
En el año 389 de nuestra era se registró una nova, que llegó a alcanzar el brillo de Venus, y otra fue vista ya en el siglo XX, en 1.918. Ésta última, llamada Nova Aquilae 1918 superó ampliamente el brillo de Altair, llegando a la magnitud -1.4 (similar a Sirio, que es la estrella más brillante de todo el cielo nocturno).
Estrellas principales
A pesar de que la Vía Láctea atraviesa la constelación por su sector occidental, las nubes de polvo de la Gran Grieta se interponen entre las estrellas más brillantes y nuestra posición, impidiendo en gran parte su avistamiento. Aún así, en el Águila encontramos gran cantidad de estrellas dobles y variables, que merecen un estudio telescópico detallado, que excede en mucho a las pretensiones y posibilidades de este informe.
Altair (Alpha Aquilae o α Aql) es la más brillante, y una de las más notables de todo el cielo nocturno, situándose en el puesto doce entre todas ellas, con una magnitud visual de +0.77. Es una de las estrellas más próximas a nosotros, pues dista unos 16.7 años-luz del Sistema Solar, y ésta es una de las razones más importantes para su intenso brillo, pues a pesar de ser más caliente que el Sol (7.550 ºK vs menos de 6.000), es más fría que los otros dos vértices del Triángulo de Verano (Vega está a 9.500 ºK y Deneb a 8.400), y su luminosidad intrínseca es también menor, pero está mucho más cerca. Es una estrella blanca de la secuencia principal, de tipo espectral A7V, es decir, una enana que aún está fusionando en helio el hidrógeno de su núcleo, al igual que lo hace nuestro Sol. Su peculiaridad más acusada es su enorme velocidad de rotación, pues mientras el Sol tarda casi un mes en completar una vuelta sobre sí misma, Altair lo hace en 6 horas y media, y esto le produce un achatamiento que algunos han cifrado hasta en el 20 %. A unos 3′ de grado de separación angular aparece una débil estrella, de 10ª magnitud, que ha sido definida como la compañera de Altair, calificando a ésta por tanto como una estrella doble, pero en realidad esta estrella es una binaria óptica, o falsa binaria, que no está ligada gravitacionalmente con nuestra estrella, sino que simplemente se sitúa en la misma línea visual desde nuestra perspectiva. Altair se separa progresivamente de ella, pues se aproxima a nosotros a una velocidad superior a los 20 kilómetros por segundo.
Tarazed (Gamma Aquilae o γ Aql), con una magnitud visual de +2.72, es la segunda estrella más brillante del Águila. El Sol, desde el momento en que toma contacto con el horizonte, al anochecer, tarda unos dos minutos en desaparecer por completo (le invito a comprobarlo reloj en mano). Pues bien, si Tarazed estuviera en su lugar, tardaría… ¡cuatro horas!, tal es su tamaño. En efecto, la estrella ocuparía en nuestro cielo un ángulo de 60º, es decir, dos tercios de la distancia angular que hay desde el cénit al horizonte, pues su radio equivale a 110 veces el del Sol. Mide, por tanto, media unidad astronómica de diámetro, lo que quiere decir que se extendería hasta la mitad de la distancia Tierra-Sol. Es una gigante anaranjada de tipo espectral K3II situada a la distancia de 460 años-luz y se halla entre Altair y la Nebulosa E, de la que me ocuparé más abajo.
Alshain (Beta Aquilae o β Aql) es la estrella que acompaña a Altair por el otro flanco, y ésta parece haber sido la única razón por la que Bayer le concedió la segunda letra del alfabeto griego, pues sólo es la séptima de la constelación en cuanto a brillo, con magnitud visual de +3.71. Es una subgigante de color amarillo-anaranjada, seis veces mayor que el Sol y tipo espectral G8IV, que parece próxima a evolucionar a gigante roja, mucho más luminosa. Tiene una muy tenue acompañante, a 13» de arco de distancia, una enana roja de tipo espectral M, de duodécima magnitud. El conjunto se sitúa a unos 45 años-luz de distancia de nuestra posición.
Cielo Profundo
La presencia de la Vía Láctea en la región no se ve reflejada adecuadamente en la presencia de objetos demasiado brillantes en la constelación, y así Charles Messier no consideró la inclusión de ninguno de ellos en su famoso catálogo, aunque sí encontramos hasta 16 objetos pertenecientes al New General Catalogue (NGC).
La Nebulosa E es una curiosa nebulosa oscura, muy próxima en el campo visual a la brillante Tarazed, que se parece a una E mayúscula, y que está formada por dos objetos catalogados con los números 142 y 143 en la lista de nebulosas recopilada por Barnard, por lo que reciben las denominaciones respectivas de B142 y B143. El conjunto se sitúa a 2.000 años-luz de distancia, mucho más allá que Tarazed (que está a sólo 460 años-luz). Su tamaño aparente en el cielo es similar al que ocupa la Luna llena. La nebulosa puede encontrarse con binoculares 1.5 grados al oeste de Tarazed y un poco al norte, aunque se necesitan cielos oscuros que permitan el contraste con el intenso campo de estrellas que la circunda. Este tipo de nebulosas, llamadas de absorción, interceptan la luz emitida por las estrellas situadas detrás de ellas y son capaces de absorber su energía.
NGC 6709, descubierto por John Herschel en 1.827, es un pequeño pero llamativo cúmulo abierto en el que destacan dos estrellas de novena magnitud, lo que facilita su contemplación con telescopios pequeños, e incluso con binoculares. Ocupa en el cielo un tamaño aparente de 13′ y el color amarillento de muchas de sus componentes delata su edad bastante avanzada, en comparación con otros cúmulos. La magnitud visual es de +6.7. Distancia: 3.500 años-luz.
NGC 6751 es una nebulosa planetaria, más conocida como la Nebulosa del Ojo Brillante. Este tipo de objetos se originan a partir del colapso de su estrella central, que expulsa violentamente los gases exteriores formando estructuras esféricas, que se expanden durante miles de años. La estrella central de NGC 6751 está a una inusual temperatura cercana a los 140.000 ºK y se encuentra a unos 6.500 años-luz de nosotros. A pesar de su nombre, las nebulosas planetarias no tienen nada que ver con planetas, pero cuando se descubrieron las primeras, los astrónomos pensaron lo contrario, y de ahí su nombre.
Entre los antiguos griegos, la figura del Águila pertenece a los dominios de Zeus, como ocurre con todas las criaturas del cielo. El águila es considerada el único animal que puede volar de cara al Sol, y es enviada por Zeus para raptar al joven Ganímedes, para que éste ocupe el lugar vacante de copero de los dioses, tras la boda de Hebe, diosa de la juventud, con Hércules. Hebe era quien desempeñaba la tarea de cuidar las copas donde los dioses bebían, así como de la pureza del vino, pero cesó en sus funciones tras su matrimonio, aunque otras versiones afirman que fue depuesta violentamente por Zeus tras no haber cumplido debidamente sus obligaciones en una ceremonia.
Así las cosas, Zeus envió al águila para secuestrar al príncipe troyano Ganímedes, joven y hermoso, para que en adelante realizara el trabajo de Hebe. Algunas versiones afirman que fue el propio Zeus quien se disfrazó de águila para raptar al apuesto joven. Ganímedes fue recompensado con un lugar en el cielo, y está representado por la Constelación de Acuario, el aguador. El águila fue asimismo trasladada al firmamento, y formó la Constelación de Aquila.
Para terminar, una curiosidad
La ciudad italiana de L’Aquila, en la región de los Abruzzos, fue fundada por el rey Federico II de Suabia, quien al parecer encargó que los principales templos y monumentos de la nueva urbe fueran situados como un reflejo de las estrellas de nuestra constelación. Estudios recientes apuntan a que, efectivamente, sus deseos fueron obedecidos.
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