Anotaciones de observación astronómica elemental

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Sirio, la estrella más brillante

Publicado el 15 enero, 2012 por bitacoradegalileo

Situada en la Constelación de Canis Major (El Perro Mayor), de la que ostenta la denominación Alpha, Sirio (Sirius en latín) es no sólo la estrella más importante de la constelación, sino también la más brillante de la noche en todo el cielo. Tanta es su notoriedad que su brillo es casi el doble que la estrella que le sigue en esta clasificación, Canopus, la principal componente de la Constelación de Carina (La Quilla). Su magnitud visual de -1.47 la hace brillar con más intensidad que muchos planetas, como veremos.

Es visible desde prácticamente todas las zonas habitadas de la Tierra, a excepción de las situadas más al norte del paralelo +73 (que he remarcado sobre el mapamundi), ya claramente en el interior del Círculo Polar Ártico (Longyearbyen, en Noruega, la población más importante en esas latitudes, sólo tiene 1.600 habitantes). Por contra, al sur del paralelo -73º, ya en la Antártida, es circumpolar, lo que significa que no se oculta bajo el horizonte en ningún momento, en su movimiento circular aparente alrededor del Polo Sur Celeste. Todo esto es debido a su declinación de casi 17º al sur del ecuador celeste. Exactamente, su declinación es de -16º 42m 09s.

No debería haber problemas para localizar a la estrella más brillante de la noche, a no ser por el riesgo de confundirla con algunos planetas. Venus y Júpiter superan a Sirio en brillo, y ocasionalmente también lo hacen Marte y Mercurio. Pero ninguno de ellos aparece por las inmediaciones de Canis Major, donde se encuentra Sirio, pues su órbita se separa bastante de la región, al situarse en las constelaciones zodiacales por donde transcurre la eclíptica. Las más próximas a Sirio son las constelaciones de Cáncer, Géminis y Tauro, a más de 40º de distancia. Además, los planetas ofrecen un brillo constante, sin parpadeo, mientras que Sirio titila, como lo hacen todas las estrellas.

De todas formas, indicaré un par de métodos que resultarán definitivos para la identificación de nuestra estrella. El más fácil e inmediato consiste en localizar a la célebre Constelación de Orión y, dentro de ella, a las tres estrellas que conforman el conocido Cinturón, llamadas Las Tres Marías, y también Los Tres Reyes Magos, y prolongar hacia el sureste la línea imaginaria que las une. Llegaremos así hasta Sirio, sin posibilidad de confusión.

El segundo procedimiento consiste en servirse de las brillantes estrellas Betelgeuse (Alpha Orionis), la supergigante roja de Orión, y Procyon (Alpha Canis Minoris), que constituyen junto a Sirio el Triángulo de Invierno, casi perfectamente equilátero, y que destaca en el cielo de esta época del año. El Triángulo de Invierno es igualmente visible desde prácticamente todas las zonas habitadas del planeta. Procyon significa antes que el Perro, y anuncia la próxima aparición por el horizonte del este de Sirio, que también es conocida como La Estrella Perro.

Precisamente en la misma constelación de Canis Major encontraremos otra estrella, cuyo nombre significa «El Heraldo», pues su aparición en el cielo precediendo inmediatamente a Sirio parece pregonar su llegada. Se trata de Murzim, llamada también Mirzam (Beta Canis Majoris), una gigante azul de brillo similar al de la Estrella Polar, y por lo tanto visible sin problemas a ojo desnudo. En la imagen aparece a la derecha de Sirio.

La constelación de Canis Major es una interesante región del cielo, pues la presencia de la Vía Láctea, que la cruza por el nordeste, provoca la aparición de frecuentes campos estelares, amén de otros objetos de cielo profundo y de interesantísimas estrellas (además de Sirio), como la colosal VY Canis Majoris. También el cúmulo abierto M41 merece una visita detallada. Las nebulosas de la Gaviota y del Casco de Thor asimismo son paradas obligatorias cuando se visita esta constelación.

Sirio es una de las estrellas más próximas al Sol. En concreto, es el quinto sistema estelar más cercano a nosotros (la séptima estrella individualmente considerada), y ésta es la razón principal de que exhiba un brillo tan intenso, aunque no la única, como veremos. Entre las que están más cerca, sólo Alpha Centauri (que ocupa el primer lugar en esta clasificación) es visible a ojo desnudo, pues las otras tres son de séptima magnitud o más, pero el Centauro no puede verse desde Europa, así es que para latitudes al norte del paralelo +30º Sirio resulta ser la estrella más cercana entre las visibles a simple vista.

Su distancia a nosotros es de 8.6 años-luz, aproximadamente el doble que Alpha Centauri, y sin embargo brilla mucho más, así es que hay que buscar otras razones que expliquen esta notoriedad. En efecto, si prescindimos de la distancia, la estrella es intrínsecamente 26 veces más luminosa que el Sol, dato suficiente, junto con la proximidad, para explicar su magnitud visual de -1.47, aunque ciertamente inferior a otras muchas estrellas, cientos de miles de veces más luminosas, aunque mucho más alejadas de nosotros.

Y es que Sirio, siento decepcionarles, no es una estrella descomunal, ni mucho menos, pues su radio es inferior centenares de veces al de las supergigantes como Antares o Betelgeuse, por no hablar de VY Canis Majoris. Es una enana de color blanco, aunque irradia levemente un tono azulado, de tipo espectral A1V, es decir, es una estrella de la secuencia principal, lo que significa que todavía obtiene su energía de la fusión del hidrógeno en su núcleo, igual que hace nuestro Sol. Su temperatura superficial es de 9.880 grados Kelvin, y esto también la hace brillar más que el Sol, que está a una temperatura 4.000 grados inferior (unos 5.800 grados Kelvin).

Su diámetro se ha estimado en 1.75 veces el del Sol y su velocidad de rotación en 16 km/s, muy inferior a la de Vega, que rota a 274 km/s, así es que no presenta achatamiento. A esa velocidad, Sirio es capaz de dar una vuelta sobre sí misma en sólo 5,5 días.

Pero Sirio no está sola ahí arriba. En 1844, el astrónomo y matemático prusiano Friedrich Wilhelm Bessel, que estudiaba el movimiento propio de Sirio comprobó que ésta estaba afectada por un desplazamiento errático, que sólo podía ser debido a la presencia de una compañera física, que resultaba invisible por ser pequeña y tenue. En efecto, las estrellas dobles interactúan una sobre otra, a causa de la atracción gravitatoria mutua obedeciendo a la Ley de Gravitación Universal enunciada por Isaac Newton, y esto es lo que afectaba al movimiento de la estrella.

Sirio B, que así se llamó al nuevo astro, fue avistada el 31 de enero de 1862 por el constructor de telescopios estadounidense Alvan Graham Clark mientras probaba una lente que había construido con destino al telescopio de 47 cm de la Universidad de Mississipi, aunque la lente nunca llegaría a su destino y terminaría instalándose en el Observatorio Dearborn de Chicago. Sirio B fue apodada «El Cachorro», en contraste con su deslumbrante compañera, Sirio A, que es conocida como «El Perro». La imagen de arriba es una impresión artística realizada por la NASA.

La acompañante es 10.000 veces más débil que la estrella principal, lo que explica la dificultad de su observación, pues además la distancia media entre ambas es la misma que la que existe entre el Sol y Urano. De no ser por la cercanía de la cegadora Sirio A, Sirio B habría sido perfectamente visible al telescopio, dada su magnitud visual de +8.44. La órbita entre ambas estrellas es sin embargo bastante excéntrica, y la separación real entre las dos oscila entre 8.1 Unidades Astronómicas en el periapsis (punto de máximo acercamiento) y 31.5 UA en el apoapsis (mayor separación), tardando 50.09 años en dar una órbita completa. El máximo acercamiento se produjo en 1994 y volverá a ocurrir en 2044, y el máximo alejamiento se dará en el año 2019.

El diámetro de Sirio B, una enana blanca, es sólo el 92 % del de la Tierra. Pero no siempre ha sido así, pues la estrella ha sufrido una evolución desde la fase de gigante roja hasta colapsar hasta su actual estado y, mucho antes, era una estrella blanco-azulada similar a Sirio A, aunque mucho más masiva, unas 5 veces la masa del Sol, que debió ceder parte de este material a su compañera. Esto explicaría el exceso de metalicidad en Sirio A, donde se han registrado cantidades de hierro muy superiores a las del Sol, a pesar de que el sistema parece tener sólo unos 250 millones de años de antigüedad.

El Telescopio Espacial Hubble consiguió en el año 2003 esta fotografía, donde puede verse a Sirio B debajo a la izquierda de Sirio A. En ese momento, la separación angular entre las dos permitió obtener la imagen, y a partir de entonces la distancia entre ambas aumentará hasta que en 2019 se alcance el apoapsis.

En cuanto al nombre, no es de extrañar que haya recibido docenas de ellos, como corresponde a la estrella más notable de todo el cielo nocturno, que además han podido observar todas las civilizaciones a lo largo de la Historia. El vocablo Sirio proviene del griego clásico Seirios que viene a significar ardiente y también abrasador, muy apropiado para un astro tan brillante. Era común entre los antiguos la creencia de que Sirio unía su poder al del Sol, provocando así los días más calurosos del verano; los habitantes del Hemisferio Sur saben bien que no es así, pues cuando Sirio y el Sol coinciden en la misma región del cielo (están en conjunción), ellos soportan los días más crudos del invierno. En mitología, Sirio es uno de los perros de Orión, el gigante cazador.

Los egipcios identificaron a Sirio con un dios, probablemente Sotis, muy relacionado con Anubis el Chacal, señor de las necrópolis pero también de la resurrección, y su orto helíaco (la primera aparición de la estrella en la madrugada, antes de amanecer), coincidía con las crecidas del Nilo, tan determinantes para la supervivencia agrícola de esta antigua civilización, aunque esto ya no es así, debido a la precesión de los equinoccios.

En Japón, la estrella es conocida como 天狼 (Tenrō), que significa El Lobo del Cielo (gracias, Araceli), y esta denominación se repite entre los indígenas amerindios de los Pawnee de Nebraska, quienes la llaman La Estrella Lobo; otras tribus la identifican con el Coyote. En el imperio romano es La Canícula (la perrita) y para los esquimales del Estrecho de Bering se llama El Perro de la Luna. Perros, chacales, lobos, coyotes… total coincidencia en identificar a Sirio con animales de la familia de los Cánidos.

Por último, es necesario referirse a los Dogón. Se trata de un grupo étnico que habita al sur de Tombuctú, en la República de Malí, en África, actualmente compuesto por unas 500.000 personas. Pues bien, este grupo parece ser que conocía la existencia de Sirio B antes de ser descubierta por la Astronomía occidental, a pesar de no contar con ningún tipo de instrumento que les ayudara. Los antropólogos franceses Marcel Griaule y Germaine Dieterlen estudiaron sus costumbres a partir de la década de los años 30 del siglo XX, y se sorprendieron al comprobar que estas personas conocieran no sólo la existencia de la compañera de Sirio, sino también de los satélites interiores de Júpiter y de los anillos de Saturno, que sólo conoció la Astronomía moderna a partir de la utilización del telescopio por Galileo. La tradición oral de los Dogón cuenta que hace unos mil años, un arca llegó del cielo en medio de un gran vendaval, y de ella descendieron unos hombres anfibios (hombres peces) que fueron los que les transmitieron esos conocimientos. Pero muchas personas piensan que simplemente la tradición de la tribu fue contaminada por la civilización occidental, pues los Dogón tienen contactos con europeos al menos desde el siglo XIX. Otros arguyen que una visión extraordinaria podría alcanzar a ver todos esos astros, sin necesidad de telescopio, y parece que los Dogón sí tienen esa visión tan privilegiada. Pero es que también conocen el periodo de rotación entre Sirio A y B, que cifran en 50 años (las dos estrellas rotan en 50.09 años), afirman que Sirio B está compuesta por un material inexistente en la Tierra y también aseguran que existe una tercera compañera (Sirio C), estrella que los astrónomos occidentales se afanan en descubrir, pues existen ciertas perturbaciones orbitales entre las otras dos estrellas y la existencia de esa tercera componente sería la explicación. ¿Usted qué opina?.

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